¿Cómo impacta nuestra sociedad al medio ambiente?
Si pudiéramos observar la Tierra desde su satélite natural,
la Luna, luciría como un planeta apacible, una esfera azul salpicada por masas
de nubes sumida en una aparente e inalterable calma. Las grandes cuencas
oceánicas y los mares, los continentes, las islas y los hielos perpetuos de los
polos parecerían inmutables. Quizá tan sólo el movimiento de las nubes nos
daría la impresión de que algo en ella cambia. Mirando desde ahí, tal vez muy
pocos sabrían que la apariencia actual del planeta es el resultado de la acción
acumulada, a lo largo de varios miles de millones de años, de fenómenos
naturales como los sismos, las erupciones volcánicas, los huracanes, la erosión
causada por el viento y el agua, así como por la actividad de los seres vivos.
Esas fuerzas siguen modificando nuestro planeta: crean
nuevas tierras y desaparecen otras, modelan las costas, remueven y alteran la
vegetación y permiten la evolución de nuevas formas de plantas, animales y
microorganismos. Nuestro mundo no es estático, está en continuo cambio.
Viajando hacia la Tierra y traspasando su atmósfera, se
harían visibles las huellas de nuestra presencia. Si es de noche, serían
perceptibles los entramados de las zonas urbanas a manera de manchas de luz,
así como los caminos y las carreteras que las conectan; de día, los campos
agrícolas y los caminos que cruzan bosques y selvas serían reconocibles, tanto
como los embalses que yacen detrás de las cortinas de las presas y las minas a cielo
abierto, por mencionar tan sólo algunas de las huellas que la civilización
moderna ha dejado sobre la superficie del globo.
El desarrollo de nuestra civilización ha modificado, y en
muchos casos de manera substancial, el paisaje terrestre. Las ciudades y
poblados en los que vivimos, así como los campos de los que obtenemos nuestros
alimentos han removido a los ecosistemas originales, secado lagos y ríos como
en el caso de la Ciudad de México o incluso ganado tierras al mar -como Tokio, la
capital japonesa-. También hemos llevado a la extinción a numerosas especies y
sobrecargado la atmósfera con gases y contaminantes que causan cambios en el
clima, todo ello para establecernos y permitir que nuestras ciudades y pequeños
poblados sigan creciendo.
Nuestro impacto no ha terminado ahí. Los productos que
empleamos en nuestra vida diaria provienen de la explotación de los recursos
naturales de muchos de los ecosistemas del planeta. Los alimentos que
consumimos, la madera que empleamos para la construcción, los muebles o el
papel, los plásticos que envuelven los artículos de la vida moderna, o los
químicos que se emplean en la industria, agricultura o el hogar, todos de
alguna manera están relacionados con ligeras perturbaciones o severos daños al
ambiente. No es exagerado decir que nuestro planeta ha cambiado, y en muchos
casos de manera irreversible, con la expansión y el desarrollo de nuestra
civilización –puedes ver algunas de sus consecuencias en el cuadro Grandes
cambios ambientales en el mundo y en México–. Para muchas personas, sobre todo
las que viven en las grandes ciudades, los efectos ambientales de la producción
de bienes y servicios pueden pasar desapercibidos, ya que se producen muy lejos
de nuestros hogares o trabajos. Por ejemplo, los efectos ambientales y sociales
que la explotación de la caoba en la Amazonía desencadenan sobre la selva
tropical y sus habitantes, raramente son conocidos por los ciudadanos europeos
o norteamericanos que la importan para fabricar sus muebles, como tampoco lo
son entre sus consumidores los impactos que sufren los ecosistemas marinos de
la costa occidental de Sudamérica por la sobreexplotación de la anchoveta y
otras tantas especies marinas en la zona de la corriente de Humboldt.
Las poblaciones de las que formamos parte ejercen sus
impactos en el ambiente a través de un variado conjunto de actividades
productivas, entre las que destacan la agricultura y la ganadería, la
industria, el desarrollo urbano –en forma del crecimiento de las ciudades y
poblados y su infraestructura asociada y el turismo, entre muchas otras. A
través de estas actividades obtenemos los bienes que observamos a nuestro
alrededor y los servicios con los que satisfacemos nuestras necesidades
diarias. Podemos citar los alimentos que consumimos, los muebles de nuestras
casas y trabajos, el papel que utilizamos, las prendas que vestimos y los
medicamentos que nos ayudan a curar alguna enfermedad.
Como lo hemos mencionado, la producción o uso de todos esos
bienes tiene consecuencias en el medio ambiente: la pérdida y alteración de los
ecosistemas y de su biodiversidad, la contaminación del agua, el aire y los
suelos; y el cambio climático global y la reducción del grosor de la capa de
ozono que nos protege de los peligrosos rayos ultravioleta de sol.
Todos los elementos del ambiente están estrechamente
relacionados, los problemas ambientales que afectan a uno de ellos tendrán, en
el corto, mediano o largo plazos, algún efecto directo o indirecto sobre uno o
más de los restantes elementos.
FAO. Global Forest Resources Assessment 2005. Roma. 2005.
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